La cristalografía de los metales es el estudio de cómo se ordenan los átomos en una estructura tridimensional repetitiva conocida como red cristalina. Esta disposición ordenada no es una mera curiosidad científica; es la base fundamental que determina las propiedades mecánicas y físicas de un metal, como su dureza, ductilidad y conductividad eléctrica.
Aunque existen 14 tipos de redes cristalinas posibles (conocidas como redes de Bravais), la mayoría de los metales se organizan en solo tres estructuras principales:
Cúbica centrada en el cuerpo (BCC): Los átomos se encuentran en cada vértice y uno en el centro del cubo. Esta estructura es menos compacta y a menudo se asocia con metales más duros y menos maleables, como el hierro (a baja temperatura), el cromo y el molibdeno.
Cúbica centrada en las caras (FCC): Los átomos se sitúan en cada vértice y en el centro de cada una de las seis caras del cubo. Es una estructura más compacta que la BCC y es característica de metales dúctiles y maleables como el cobre, el aluminio, el oro y el plomo.
Hexagonal compacta (HCP): Los átomos se apilan en un patrón hexagonal que es el más compacto de los tres. Esta estructura es típica de metales como el magnesio, el zinc y el titanio, que tienden a ser menos dúctiles.
En la realidad, ningún cristal es perfecto. Los defectos cristalinos son imperfecciones en la red que, lejos de ser indeseables, son cruciales para muchas de las propiedades de los metales. Estos defectos se clasifican en diferentes tipos, afectando las propiedades de maneras distintas:
Defectos puntuales: Son imperfecciones que afectan a un solo punto de la red, como una vacancia (un átomo faltante) o un átomo intersticial (un átomo extra en un espacio vacío).
Defectos de línea o dislocaciones: Son imperfecciones lineales en la red. El movimiento de estas dislocaciones bajo tensión es lo que permite que los metales se deformen plásticamente sin romperse, lo que explica su ductilidad y maleabilidad. Un mayor número de dislocaciones o la presencia de impurezas que impidan su movimiento aumenta la dureza y la resistencia del metal.
Defectos superficiales o de área: Estos incluyen los bordes de grano, que son las interfaces donde se encuentran cristales individuales con diferentes orientaciones. La presencia de bordes de grano endurece el material, ya que actúan como barreras para el movimiento de las dislocaciones.
La manipulación de estos defectos a través de tratamientos térmicos o de conformado mecánico (como el laminado) es una de las principales herramientas que los metalúrgicos utilizan para controlar y mejorar las propiedades de los metales.