La forja y el laminado son dos de los procesos más importantes en el trabajo de los metales, conocidos como conformado mecánico. A diferencia de la fundición, estos métodos no funden el metal, sino que lo manipulan en estado sólido para cambiar su forma y mejorar sus propiedades.
La forja es un proceso que utiliza fuerzas de compresión localizadas para dar forma al metal, ya sea en frío o en caliente. Tradicionalmente, la forja se realizaba con un martillo y un yunque. Hoy en día, se utilizan martillos mecánicos o prensas hidráulicas que aplican una fuerza tremenda. Este proceso no solo da forma al metal, sino que también refina su estructura de grano, eliminando defectos y mejorando propiedades mecánicas como la resistencia y la tenacidad. La forja se utiliza para crear piezas de alta resistencia, como bielas de motor, herramientas y componentes para la industria aeroespacial.
El laminado es un proceso de conformado donde el metal pasa entre una serie de rodillos giratorios para reducir su espesor y darle una forma uniforme. Este proceso se utiliza para producir láminas, placas, varillas y perfiles estructurales. Al igual que la forja, el laminado se puede realizar en caliente o en frío.
Laminado en caliente: Se realiza por encima de la temperatura de recristalización del metal, lo que facilita la deformación y permite una reducción de espesor más significativa. Es ideal para producir grandes volúmenes de productos básicos como vigas de acero y láminas gruesas.
Laminado en frío: Se realiza a temperatura ambiente, después del laminado en caliente. Este proceso aumenta la dureza y la resistencia del metal y mejora el acabado de la superficie. Se utiliza para producir láminas delgadas de alta calidad para la carrocería de automóviles, electrodomésticos y latas de alimentos.
En esencia, la forja y el laminado son dos técnicas fundamentales que aprovechan las propiedades del metal en estado sólido para crear productos finales con una microestructura optimizada y un rendimiento superior.