Los tratamientos térmicos son procesos controlados de calentamiento y enfriamiento que alteran la microestructura y las propiedades de los metales, sin cambiar su forma. Estas técnicas son esenciales para modificar características como la dureza, la resistencia, la ductilidad y la tenacidad de los materiales.
El recocido es un tratamiento térmico que se utiliza para ablandar un metal, mejorar su maquinabilidad y reducir las tensiones internas que pueden acumularse durante la forja, el laminado o el endurecimiento. El proceso consiste en calentar el metal a una temperatura específica y mantenerla durante un tiempo, permitiendo que los átomos se reorganicen en una estructura más estable. Luego, el metal se enfría lentamente dentro del horno. Este enfriamiento lento produce una estructura de grano más grande y blanda.
El recocido es ideal para componentes que necesitan ser procesados posteriormente, como el conformado o el mecanizado, ya que reduce la dureza y la fragilidad del material, facilitando su trabajo.
El temple es un tratamiento térmico que busca endurecer un metal, generalmente el acero. El proceso implica calentar el metal hasta una temperatura elevada y luego enfriarlo bruscamente en un medio como agua, aceite o aire. Este enfriamiento rápido "congela" los átomos en una estructura cristalina dura y frágil, conocida como martensita. El metal templado es extremadamente duro, pero también muy frágil y propenso a romperse. Por sí solo, el temple no es suficiente para la mayoría de las aplicaciones.
Para mejorar la tenacidad y reducir la fragilidad, el metal templado se somete a un segundo proceso llamado revenido. Este consiste en recalentar el material a una temperatura mucho más baja que la del temple, manteniéndolo allí por un tiempo y luego enfriándolo al aire. El revenido alivia las tensiones internas y convierte una parte de la frágil martensita en una estructura más estable, aumentando la tenacidad y la ductilidad del metal sin sacrificar una dureza excesiva. El resultado es un material que combina la resistencia con la capacidad de soportar impactos.
Estos tratamientos térmicos son fundamentales para adaptar las propiedades de los metales a las exigentes demandas de la ingeniería y la fabricación moderna.