El cobalto (Co) es un elemento químico cuya importancia justifica por sí sola la existencia de Metalpedia. Aunque cualquier metalúrgico, químico o ingeniero reconoce de inmediato su relevancia, el público general lo conoce de manera fragmentaria. Para muchos, su referencia más inmediata es el vidrio azul intenso —popular desde hace siglos—, mientras que para otros es su empleo médico, en particular el isótopo radiactivo Co⁶⁰, emisor de rayos γ de alta energía, utilizado en radioterapia contra diversos tipos de cáncer. Este uso no es un dato meramente técnico: en mi propia experiencia, este tratamiento salvó la vida de mi madre, y esa sola circunstancia lo hace, para mí, un metal de valor incalculable. Sin embargo, su importancia no se limita a lo ornamental o a lo terapéutico: el cobalto es el tercer integrante del “trío ferroso”, junto al hierro (Fe) y al níquel (Ni), con el que comparte propiedades magnéticas y una amplia gama de aplicaciones industriales y estratégicas. Antes de que el titanio se implantara de forma masiva en prótesis y cirugía reconstructiva, las aleaciones cobalto-cromo eran la elección preferida para implantes óseos por su resistencia a la corrosión y su biocompatibilidad. Del mismo modo, las superaleaciones a base de cobalto son esenciales en motores de aviación, donde la estabilidad mecánica a temperaturas extremas es un requisito vital.
Su historia científica comienza en la era moderna, cuando la alquimia aún gozaba de reconocimiento académico. En aquel tiempo solo se conocían siete metales: cinco de transición (hierro, cobre, plata, oro y mercurio) y dos de post-transición (estaño y plomo). Otros elementos como el arsénico y el antimonio, aunque aislados, eran confundidos con estaño o plomo debido a la similitud de sus minerales. El zinc, conocido en la India, no fue identificado como elemento independiente hasta décadas después, y el bismuto (Bi), aunque usado desde antiguo, se reconoció oficialmente como tal en 1753 gracias a Claude François Geoffroy. En este contexto, el cobalto se convirtió en el primer metal de transición descubierto y reconocido oficialmente desde la Antigüedad. Su aislamiento se atribuye al químico sueco Georg Brandt (Riddarhyttan, 26 de junio de 1694 – Estocolmo, 29 de abril de 1768), quien, entre 1732 y 1735 (fecha aún debatida), lo identificó como elemento independiente y demostró que el intenso color azul del vidrio provenía de sus compuestos. Brandt fue pionero en un sentido pleno: fue el primero en aislar un nuevo elemento por sí mismo y en determinar sus propiedades características. Su discípulo Axel Fredrik Cronstedt, siguiendo la senda marcada, descubriría el níquel en 1751, completando así la identificación del otro metal que, junto con el cobalto y el hierro, forma el núcleo de los metales ferromagnéticos.
Las sales de cobalto han sido apreciadas desde hace más de un milenio, particularmente en la antigua China, donde su pigmento azul se aplicaba en cerámicas, porcelanas y vidrios. Este “azul cobalto” es un aluminato de cobalto, obtenido de forma natural o sintetizado deliberadamente, cuyo color, de una intensidad y pureza inigualables, ha sido imitado incluso en la moda textil, donde “cobalto” designa una tonalidad específica. Aun cuando existen pigmentos sintéticos más económicos, el verdadero azul de cobalto conserva prestigio y demanda por su estabilidad cromática y su resistencia a la decoloración.
En estado metálico, el cobalto raramente se encuentra nativo, salvo en condiciones excepcionales como las de ciertos meteoritos. En la corteza terrestre, aparece en pequeñas concentraciones, asociado con hierro, cobre y, sobre todo, níquel, razón por la cual muchas veces se obtiene como subproducto de la extracción de estos metales. Sus yacimientos se distribuyen por todo el mundo, pero las reservas más importantes están en la República Democrática del Congo, que concentra una fracción significativa de la producción global. Otros países productores son Canadá, Rusia, Australia, China, Uruguay, el sur de Brasil y Cuba, que cuenta con grandes reservas.
El nombre “cobalto” proviene del término germánico antiguo kobold, que significa “duende” o “gnomo”, figuras del folclore minero a las que se atribuía la travesura de “robar” el cobre buscado por los mineros y sustituirlo por un metal inútil y difícil de fundir con las técnicas de la época. De forma similar, el níquel recibió su nombre del espíritu Nickel, con el que compartía la misma reputación engañosa. Esta coincidencia no es casual: aún hoy, cobalto, níquel y cobre se encuentran frecuentemente asociados en los mismos minerales, lo que explica tanto su descubrimiento conjunto como su explotación combinada.
A día de hoy, el cobalto ha pasado de ser un “metal escoria” para la minería antigua a un recurso estratégico de primer orden, con un mercado propio y aplicaciones críticas para la tecnología moderna. El acero transformó la historia de la humanidad, pero para determinadas funciones —desde aleaciones resistentes a temperaturas extremas hasta baterías de ion-litio de alto rendimiento— el cobalto es insustituible. Comprender sus características, fuentes y aplicaciones no solo permite valorar su importancia actual, sino también anticipar su papel en la industria y la sociedad del futuro.
El cobalto (Co) es un metal de transición que forma parte del selecto grupo de elementos ferromagnéticos junto al hierro (Fe) y el níquel (Ni), con los que comparte múltiples similitudes físicas y químicas, además de presentar cierto paralelismo en comportamiento con el manganeso (Mn). Desde un punto de vista astrofísico, el cobalto es uno de los metales producidos por el proceso-r en estrellas masivas que, al llegar al final de su ciclo, liberan su materia durante explosiones de supernova, dispersándolo por el espacio junto con otros elementos pesados. En su estado puro, libre de corrosión, presenta un color blanco plateado con un brillo metálico característico, diferenciándose del matiz ligeramente azulado del hierro y del tono dorado pálido del níquel. Sin embargo, su superficie reacciona con facilidad ante la exposición prolongada a la intemperie, desarrollando finas capas de corrosión que pueden otorgarle reflejos amarillentos, rosados o azulados, dependiendo de la composición exacta de dichos productos de oxidación.
En el plano cristalográfico, el cobalto puro presenta dos modificaciones estructurales (polimorfismo) en función de la temperatura. A temperatura ambiente, la fase más estable es la hexagonal compacta (ε-Co), caracterizada por su alta rigidez y baja ductilidad. Al alcanzar aproximadamente los 400 °C, parte de esta estructura se transforma en la fase cúbica centrada en las caras, conocida como austenita (γ-Co), que resulta metaestable y, a diferencia de la austenita del acero, puede coexistir con la fase hexagonal incluso una vez enfriada. La austenita es más dúctil que la fase hexagonal, aunque el cobalto, en cualquiera de sus formas puras, no puede considerarse un metal maleable. Para procesarlo en productos como alambres o láminas se recurre a aleaciones, generalmente con níquel en proporciones cercanas al 20 % en masa, lo que incrementa significativamente su ductilidad. Su dureza, de 5 en la escala de Mohs, lo sitúa como un material robusto, resistente a la pulverización, pero quebradizo ante impactos severos, sobre todo en su fase alfa (ε).
Cuando es fundido al vacío, el cobalto solidifica en nódulos esferoidales, similares a los observados en el manganeso, aunque más resistentes a la fractura. Posee una notable resistencia al aplastamiento, superando incluso a metales como el cromo (Cr), el manganeso y el antimonio (Sb), si bien su falta de maleabilidad limita ciertos usos. Su ferromagnetismo se mantiene hasta una temperatura de Curie de 1 115 °C, momento en el que pierde sus propiedades magnéticas. Aleaciones con manganeso o níquel mejoran tanto la ductilidad como la maleabilidad, mientras que las combinaciones con cromo generan materiales sorprendentemente tenaces y altamente resistentes a la corrosión. La adición de molibdeno (Mo) potencia estas cualidades, incrementando la tenacidad y reforzando la protección frente a ambientes agresivos, motivo por el cual las aleaciones Co–Cr–Mo son indispensables en aplicaciones industriales de alta exigencia, como prótesis, turbinas y herramientas de corte.
En cuanto a su compatibilidad metalúrgica, el cobalto forma aleaciones con la mayoría de los metales de transición, aunque con excepciones notables: no amalgama con mercurio (Hg) y muestra repulsión mutua con la plata (Ag) en estado líquido. Con el cobre (Cu) y el oro (Au) es miscible solo en proporciones limitadas, aunque existe una aleación estable de 75 partes de oro y 25 partes de cobalto, apreciada en joyería por su tono cálido y resistencia. Con los metales refractarios como renio (Re) o wolframio (W) se obtienen aleaciones de gran resistencia térmica, ampliamente utilizadas en la industria aeroespacial y energética. En cambio, las combinaciones con escandio (Sc), itrio (Y) y los lantánidos son poco comunes y tienden a comportarse más como compuestos intermetálicos que como soluciones sólidas metálicas. Entre estas últimas, destaca la aleación samario–cobalto (SmCo), base de imanes permanentes de alta potencia y estabilidad térmica, aunque menos intensos que los de neodimio (Nd₂Fe₁₄B) y considerablemente más costosos. Con los metales del bloque p y con los alcalinos, las aleaciones son prácticamente imposibles, si bien, a diferencia del hierro, el cobalto puede disolver pequeñas cantidades de aluminio (Al), lo que amplía sus posibilidades en el diseño de materiales funcionales.
Las aleaciones de cobalto con cromo constituyen el grupo más relevante entre aquellas que emplean al cobalto como metal base, ya que se distinguen por su resistencia excepcional a temperaturas elevadas, al desgaste mecánico y a la corrosión química. Estas cualidades, que derivan de la notable afinidad del cobalto y el cromo con el oxígeno, generan una capa pasiva protectora que se mantiene incluso en entornos oxidantes severos, convirtiendo a estas aleaciones en materiales de elección para aplicaciones donde la expansión térmica, la pérdida de dureza o la degradación estructural bajo calor extremo son inaceptables. Dentro de este grupo, la más reconocida es Stellite®, desarrollada por Elwood Haynes a inicios del siglo XX y registrada por la Kennametal Stellite Company. Originalmente concebida para explotar la resistencia química del cobalto y el cromo, esta superaleación evolucionó mediante la adición de elementos como molibdeno y tungsteno, que mejoran su dureza, estabilidad térmica y capacidad anticorrosiva, consolidándola como un material indispensable en condiciones extremas, incluyendo la industria aeroespacial, la fabricación de herramientas de corte y la implantología médica.
Con un color blanco espejo comparable al del rodio o el platino, Stellite® conserva su lustre durante años sin mostrar signos de oxidación, aunque su dureza y fragilidad intrínsecas dificultan el mecanizado convencional. Por esta razón, se prefiere su fundición en atmósfera controlada o vacío para evitar la incorporación de impurezas. Su elevado coste, considerablemente mayor que el de cualquier acero inoxidable, se justifica por su extraordinaria estabilidad química y mecánica, especialmente cuando se alea con hasta un 10 % en masa de molibdeno, lo que además le confiere biocompatibilidad. Gracias a esta propiedad, las aleaciones de cobalto-cromo han adquirido un papel protagónico en la fabricación de prótesis ortopédicas y dentales, compitiendo directamente con aleaciones de titanio y cerámicas avanzadas como la zirconia (ZrO₂). Aunque el titanio ofrece menor densidad y, por ende, mayor ligereza, el cobalto-cromo presenta superior resistencia al desgaste y una facilidad de moldeo que simplifica procesos productivos complejos.
La adición de tungsteno introduce carburo de tungsteno (WC) en la microestructura, un compuesto de elevada dureza y estabilidad térmica que refuerza la resistencia al desgaste incluso bajo cargas mecánicas y temperaturas extremas. A diferencia de los carburos formados por molibdeno o los generados por cromo, el WC posee una estructura cristalina más estable y un punto de fusión considerablemente superior, lo que prolonga la vida útil de herramientas industriales. De forma similar, el molibdeno mejora la resistencia a medios reductores, elevando el desempeño de estas aleaciones por encima del acero inoxidable 316L en ambientes marinos y químicos. Esta mejora es más notable en versiones con bajo contenido de carbono, dado que la formación de carburos intergranulares, si bien incrementa la dureza, puede reducir la resistencia a la corrosión en soluciones agresivas.
A nivel térmico, las aleaciones de cobalto-cromo mantienen su dureza y estabilidad microestructural incluso cuando operan a temperaturas que degradan aceros rápidos y otras superaleaciones basadas en hierro. Con contenidos de carbono que alcanzan hasta un 5 % en masa, están optimizadas para resistir fricción y calor sin pérdida significativa de propiedades mecánicas, pues los carburos de cromo, molibdeno o tungsteno presentes en la matriz de cobalto no se disocian a altas temperaturas. Este fenómeno, sumado a una transición frágil-dúctil favorable con el incremento térmico, les permite mantener un equilibrio entre dureza y tenacidad, esencial para componentes de turbinas, herramientas de corte y mecanismos industriales que operan en régimen continuo.
En estado puro, el cobalto muestra una resistencia a la corrosión intermedia entre la del hierro y la del níquel, siendo estable frente a aire seco o húmedo, agua dulce y álcalis a temperatura ambiente, aunque su resistencia a ácidos es limitada: el ácido nítrico lo ataca agresivamente a cualquier concentración, mientras que el sulfúrico concentrado lo pasiva y el clorhídrico lo corroe lentamente. La verdadera excelencia en resistencia química se obtiene mediante su aleación con cromo, molibdeno o wolframio, que, al formar carburos estables, refuerzan la integridad de la matriz metálica y permiten su uso en entornos donde la combinación de corrosión y altas temperaturas destruiría otros materiales. Además, pequeñas adiciones de vanadio, titanio o tántalo actúan como dopantes que optimizan la distribución y estabilidad de los carburos, incrementando el rendimiento en aplicaciones de alta precisión.
En el ámbito médico y de joyería, la baja reactividad biológica de estas aleaciones las hace idóneas para permanecer en contacto prolongado con el organismo sin inducir reacciones adversas, mientras que en ingeniería y manufactura su resistencia al desgaste y la fricción las convierte en una inversión justificada cuando la durabilidad es prioritaria. Su balance único de dureza, resistencia química y estabilidad térmica, junto con la capacidad de mantener propiedades mecánicas bajo condiciones extremas, asegura que las aleaciones de cobalto-cromo sigan ocupando un lugar destacado en la metalurgia avanzada contemporánea.
En comparación al hierro y el níquel, el cobalto se utiliza para pocas aplicaciones, no obstante, en aquellas donde se usa, es prácticamente insustituible.
Como metal base tiene tres usos principales:
Al igual que en el caso del níquel, se utiliza para fabricar las llamadas “superaleaciones” de extrema resistencia al calor y a la corrosión a altas temperaturas ya que retienen su tenacidad y dureza. Incluso los aceros rápidos de élite (ejemplo: AISI M50) desarrollados en un principio para motores y rodamientos de alta responsabilidad en la industria aeronáutica son inferiores en este aspecto a las superaleaciones de Cobalto. Se alea con Cromo, Molibdeno, Titanio, Renio y Rutenio (en el caso de aleaciones particularmente especiales) para la fabricación de motores aeroespaciales, cabezas de misiles, rotores, palas y turbinas. La composición química de estas superaleaciones es muy compleja y el proceso de fabricación, extremadamente costoso. Basta decir que muchas de ellas sólo se fabrican en -ciertos- lugares estratégicos de Estados Unidos y la Unión Europea. En Eurasia, Rusia y China tienen sus propias versiones. Hay superaleaciones con base de Cobalto, otras con base de Níquel y otras en las que ambos metales se encuentran en una proporción parecida.
Las superaleaciones con base de Níquel son más resistentes a la corrosión y pueden operar a temperaturas bajo cero, sin embargo, son menos duras (resistencia al desgaste) que las de Cobalto. Son las más populares (ejemplo: Hastelloy, Inconel, Renèe) y accesibles.
Las superaleaciones con base de Cobalto soportan mejor los cambios bruscos de temperatura. Este es un detalle importante, ya que no siempre el aumento de la temperatura es gradual. También operan mejor en niveles extremos de la misma (están pensadas para retener su dureza hasta los 1000 Cº o incluso más). Se utilizan en el ejército, aviones – crucero, industria aeroespacial y aeronáutica, coches de altas prestaciones o de competición (incluyendo monoplazas de F1), medicina, etc. No responden bien en temperaturas bajo cero ya que no son austeníticas.
Las superaleaciones con base de Cobalto/Níquel existen, pero no son muy usadas.
Cabe reseñar que tanto las superaleaciones de base Níquel tienen algo de cobalto y viceversa (excepto si la pieza en cuestión debe ser expuesta a radiación). Ambas familias de superaleaciones son muy caras, y sólo algunas compañías lo producen. Pregúntese porqué un avión cuesta tantos millones...
El Cobalto se lleva usando desde principios del siglo XX para la fabricación de aleaciones duras y resistentes a la corrosión. Poca gente sabe que dichas aleaciones precedieron al acero inoxidable (más barato) en una época en la que la cubertería de mesa aún se fabricaba con plata, alpaca o incluso peltre. La combinación Cobalto – Cromo es la más conocida, y se comercializa bajo el nombre de Stellite desde hace más de cuarenta años. Hay otras variaciones, como por ejemplo, el Vitallium, pero son muy parecidas. Son aleaciones extremadamente duras a la vez que tenaces y resistentes a la corrosión. El precio es caro en comparación al mejor de los aceros, pero el rendimiento, superior.
Otros metales que suelen acompañar al Cromo son el Molibdeno y el Wolframio (nótese que los tres metales forman parte de la misma familia), aunque no es raro encontrar pequeños porcentajes de Silicio, Manganeso, Hierro y Níquel. El contenido de Carbono es muy alto (hasta los 6% en casos especiales) ya que el Cobalto no forma carburos, sino que actúa como matriz (“pegamento”) en la formación intergranular de carburos producidos por los metales previamente mentados que se combinan con el carbono en el momento del fundido, dando lugar a un compuesto metálico extraordinariamente duro, a la vez que tenaz. Estas aleaciones se vuelven lo suficientemente dúctiles en caliente, es por ello que no fracturan incluso cuando la pieza se pone “al rojo vivo”.
Las aleaciones con base de hierro conocidas como aceros rápidos o simplemente HSS (del inglés High Speed Steel) son aleaciones metálicas en las que el hierro es el metal base. Se alean con Vanadio, Cromo, Molibdeno y Wolframio. Otras variantes más caras usan Niobio, Tántalo, etc, pero escencialmente, usan los cuatro primeros metales para la formación de carburos. Cuando uno funde acero rápido y añade dichos metales, el alto contenido de carbono (nunca inferior al 0.95%) se combina con dichos metales y forma con ellos carburos intergranulares de tamaño microscópico que le confieren al material su elevada dureza, no obstante, si el acero tuviese un exceso de carbono (ejemplo: 2%) pasaría de ser un material robusto a un compuesto “cristalino” que estallaría violentamente al impacto de un leve golpe. Esto sucede porque el hierro también es sensible al carbono, es decir, parte del carbono que se agrega a la aleación en el momento del fundido será disuelto por el hierro, formando cementita, que es muy dura y frágil. Debido a que el hierro forma su propio carburo y éste es muy quebradizo, el contenido de carbono no debe exceder el 1.5%. Repito: la razón es que el hierro forma su propio carburo.
El cobalto es distinto. Se puede llegar a contaminar con carbono, y en efecto, reacciona con el, pero no forma carburos, como en el caso del hierro, sino que -disuelve- los carburos de otros metales, concretamente, los mismos metales que se agregan al acero rápido típico. Dado que el cobalto no absorbe carbono libre (en su forma de grafito), la cantidad del mismo puede llegar hasta los 4 o 5% sin volverse demasiado frágiles como para usarse con seguridad, pues serán disueltas por el elevado contenido de Cromo, Molibdeno y/o Wolframio. El Cobalto sólo actúa de “base” para otros metales que sí forman carburos, de ahí que su rendimiento sea superior. Otro detalle a tener en cuenta es que, por mucho que suba la temperatura, la aleación seguirá siendo estable: incluso en un acero rápido de calidad, el temple al que se ve sometido normalmente para el incremento de su dureza se pierde una vez alcanzada la temperatura suficiente. Curiosamente, algunos aceros rápidos modernos llevan Cobalto para poder incrementar el porcentaje de carbono. Con esto espero haber despejado las dudas al respecto.
En la fabricación de cermets (materiales que combinan propiedades de metales y cerámicas), el Cobalto es el metal base más popular con diferencia. Sólo se substituye por el Níquel si la resistencia a la corrosión -debe- ser elevada. Entre un 8 y un 20% de Cobalto se utiliza para darle la forma deseada al polvo de carburo (normalmente de Wolframio), consiguiendo así una amplia gama de objetos que son muy útiles al hombre.
El afamado carburo de wolframio, en España y algunos otros países llamado “Widia” es un cermet de este compuesto aglomerado con una base metálica, casi siempre de Cobalto. Se utiliza para brocas, sierras y lijas: es muy duro.
El contenido del metal base (Cobalto o Níquel) se ajusta conforme la demanda que se busque satisfacer. A mayor cantidad de Cobalto/Níquel, más tenacidad, pero menos dureza, y viceversa.
En la joyería del Carburo de Wolframio, el Cobalto se alea con Cromo para aumentar la resistencia a la corrosión o directamente, no se usa (el Níquel es el recambio típico) debido a que es menos resistente a la corrosión.
No obstante, el uso del Níquel en aplicaciones mecánicas no tiene sentido, ya que es un metal demasiado blando en comparación al Cobalto. El precio de ambas versiones suele ser similar.
Con el Cobre se fabrica el llamado “Bronce Sol”, del alemán Sonnenbronze que también lleva Aluminio para incrementar la resistencia a la corrosión. Yo mismo estaba interesado en fabricarme un anillo con esta aleación, pero ningún joyero accedió a probar con ella debido al desconocimiento del Cobalto y su elevado punto de fusión, que se traduce en una mayor cantidad de combustible y cera.
Con el Oro forma dos tipos de coloración, según la cantidad y proceso de fabricación que se lleve a cabo. El “Oro Azul” es un Oro amarillo tradicional con un “toque” azulado o incluso púrpura. Se consigue disolviendo Cobalto -puro- en Oro líquido o bien derritiendo el Cobalto en un horno al vacío y luego se agrega el Oro. Tiene un color bastante extraño, es poco popular, aunque personalmente lo considero interesante. También se puede usar hierro de gran pureza para este propósito. No suelen ser ferromagnéticas.
Mezclando el Cobalto con el Cromo en una aleación maestra que luego se agrega al Oro, se consigue un tinte similar al previamente descrito que luego es calentado al rojo con una llama para oxidarlo deliberadamente (a propósito) para conseguir un acabado negro mate metálico. Es el llamado “Oro negro”, no confundir con el Petróleo, que también se le llama así por su gran valor económico.
Con el Platino, las aleaciones son mucho más populares. En Asia (especialmente en Corea del Sur y Japón) los joyeros suelen alear el Platino con Cobalto para endurecerlo. Este procedimiento también se lleva a cabo en Alemania. Es costoso, no por el Cobalto en sí, sino por el Platino y su elevado punto de fusión. Son aleaciones duras, más caras que el Oro de 18k más fino, sólo al alcance de unos pocos.
El Cobalto o mejor dicho, una aleación con base de Cobalto fue popularizado recientemente por Scott Kay, un emprendedor americano que lo ha vendido de estado en estado como una alternativa superior al Titanio y al Carburo de Wolframio, en la era moderna de la joyería alternativa. Su aleación, BioBlu27 es muy resistente a la corrosión, tenaz y dura. Se parece al Stellite pero tiene menos Carbono. Su elevado contenido de cromo le Confiere un aspecto similar al del Oro blanco con baño de Rodio o incluso al del Platino, aunque la aleación propiamente dicha no necesita ningún baño ya que en estado puro presenta un blanco perfecto, de increíble lustre. Es más cara -de momento- que las aleaciones de Titanio grado 2 y 5 (usados en joyería del Titanio) y el Carburo de Wolframio.
El Cobalto, metal ferromagnético, se utiliza para fabricar imanes potentes como alternativa a la ferrita dopada con Bario y Estroncio (Imanes de Altavoces - Bocinas). Los más famosos son los ya obsoletos AlNiCo que toman su nombre de la composición química (Aluminio + Níquel + Cobalto) con base de Hierro. Otra combinación que dominó el mercado durante aproximadamente dos décadas fue la de Cobalto – Samario, muy frágil y cara. Ambas han caído en deshuso en favor de los imanes de Neodimio, mucho más potentes y baratos de producir.
Aleaciones de Platino con porcentajes de Cobalto tan bajos como un 10% presentan el fenómeno de ferromagnetismo: son atraídos por imanes. La aleación de un 76.80% de Platino y un 22.20% de Cobalto presenta una permeabilidad magnética superior a la de algunas combinaciones de acero. El porcentaje obedece a la composición química PtCO, es decir, un átomo de Cobalto por cada átomo de Platino. Debido a la afinidad de ambos, se crea una estructura cristalina capaz de responder como lo haría un metal ferromagnético en estado puro. En ningún libro escrito en Lengua Española encontrará detalles como los que acabo de brindarle. Se lo puedo garantizar.
Se utiliza el aluminato con fórmula química CoAl2O4, que se prepara fácilmente, aunque conlleva el uso de mucho combustible. Se prepara quemando alúmina (Trióxido de Aluminio – Al2O3) junto al monóxido de Cobalto (de color negro – fórmula: CoO). Sobre los 1200 Cº la reacción toma lugar y se produce el pigmento.
Se utiliza para pintar cerámicas, impartiéndoles un color conocido como azul real (royal blue), de tonalidad oscura, aunque no tanto como el azul navy (“azul marino”), así mismo, el color es menos intenso que los logrados con “Azul Prusiano” (se fabrica con Hierro) y también al Ultramarino (similar al Lapizlázuli natural).
En estado puro se puede usar para tintar el vidrio de soda-lima (vidrio común basado en el cuarzo). También se utiliza como esmalte.
El Cobalto es un elemento monoisotópico muy sensible a la exposición nuclear, especialmente a los protones y neutrones rápidos. El isótopo natural, Co-59, se bombardea deliberadamente con neutrones rápidos para convertirlo en Co-60, un emisor de rayos gamma de alta energía que se dopa en dosis bajas en plasmas que se utilizan para el tratamiento de muchos tipos de cáncer. Normalmente se transfiere al paciente mediante vía intravenosa. Ha salvado miles de vidas en todo el mundo, y lo continúa haciendo. Es el pilar de la llamada quimioterapia.
El isótopo, a pesar de ser ahora radiactivo, no deja de ser un átomo de Cobalto, por lo que químicamente puede formar enlaces organometálicos con el cuerpo del paciente (por ejemplo, para la sintetización de la Vitamina B12). El cuerpo no puede distinguir entre un isótopo neutro (Co-59) y uno radiactivo (Co-60) debido a que ambos tienen la misma cantidad de protones (27) por lo que actúan de igual forma respecto a sus propiedades químicas (el número de electrones se conserva). El sistema biológico utiliza ambos isótopos de igual modo, no obstante, debido a la inestabilidad del Co-60, éste decae en Ni-60 (un átomo de Níquel) desprendiendo dos rayos gamma de alta energía que atraviesan las células cancerígenas, destruyéndolas. El proceso es incontrolable, y destruye tejido enfermo y sano por igual, de ahí que sea tan agresivo. Una vez el átomo se ha transmutado, es decir, ha pasado de ser un átomo de Cobalto a ser ahora uno de Níquel, es excretado por el cuerpo de forma natural debido a que el Níquel no forma compuestos organometálicos escenciales para la vida humana, al menos, hasta donde se tiene conocimiento. Gracias a este elemento químico, mi madre superó un cáncer de piel (melanoma) muy agresivo. Como científico aficionado y amante de la química y por ende de todos los metales, el Cobalto guarda un rincón especial en mi corazón. Es uno de mis metales preferidos.
El cobalto desempeña un papel crucial como oligoelemento, siendo indispensable para la vida. En el centro de la vitamina B12, conocida como cobalamina, este metal actúa como núcleo en una molécula organometálica compleja, similar a la hemoglobina. En ambos casos, un átomo metálico —el cobalto en la cobalamina y el hierro en la hemoglobina— se encuentra rodeado por una cadena de carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno, esencial para el funcionamiento del cuerpo humano. La relevancia del cobalto no se limita a esta vitamina, ya que participa en la formación de otros compuestos orgánicos vitales. Sin embargo, tanto el exceso como el déficit de cobalto pueden causar problemas de salud. El envenenamiento por cobalto, aunque raro, ocurre por exposición excesiva, mientras que la deficiencia, asociada a dietas pobres en nutrientes que contengan el metal, puede generar trastornos igualmente graves.
En el mercado, el cobalto se posiciona como uno de los metales base más costosos, superando al hierro y al cobre, y fluctuando en precio frente al níquel dependiendo de la demanda. Aunque históricamente fue más barato que el titanio, los precios de este último han disminuido, equiparándose en ocasiones al del cobalto. Su comercialización está estrechamente ligada a regiones ricas en níquel, ya que ambos metales suelen encontrarse asociados en la naturaleza. En potencias emergentes como China, Arabia Saudí, India y Malasia, el cobalto ha ganado relevancia debido a su uso en superaleaciones para la industria aeronáutica, donde los fabricantes de aviones consumen grandes cantidades para componentes que requieren resistencia a altas temperaturas y corrosión. Aunque muchos países cuentan con minas de cobalto, pocos basan su economía en este recurso, que, como todos los metales, es no renovable, lo que subraya la importancia de su gestión sostenible.