El descubrimiento del polietileno se remonta a 1898, cuando el químico alemán Hans von Pechmann logró sintetizarlo accidentalmente al calentar diazometano. Sin embargo, el material obtenido en ese momento no tenía aplicaciones prácticas y su potencial no fue reconocido. No fue hasta 1933 cuando los científicos Eric Fawcett y Reginald Gibson, trabajando en los laboratorios de la empresa británica Imperial Chemical Industries (ICI), redescubrieron el polietileno bajo condiciones de alta presión. Este hallazgo marcó el inicio de su producción industrial.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el polietileno adquirió una gran relevancia estratégica al ser utilizado como aislante en los cables de radar, lo que otorgaba una ventaja tecnológica crucial a las fuerzas aliadas. Finalizado el conflicto, su producción se expandió rápidamente hacia aplicaciones civiles debido a su bajo coste, facilidad de procesamiento y resistencia. En la actualidad, el polietileno es el polímero más fabricado a nivel mundial, con millones de toneladas producidas anualmente y con aplicaciones que abarcan desde envases ligeros hasta piezas industriales de alta resistencia.
El polietileno destaca por una combinación de propiedades que varían según su densidad y método de fabricación, pero que en general lo convierten en un material altamente funcional. Una de sus características más importantes es su excelente resistencia química, ya que no reacciona fácilmente con ácidos, bases, disolventes o productos de limpieza, lo que lo hace idóneo para envases y tuberías.
Otra propiedad fundamental es su ligereza, lo que facilita su manipulación y transporte, reduciendo costes en toda la cadena de suministro. Además, presenta una buena resistencia al impacto y a la abrasión, lo que prolonga la vida útil de los productos fabricados con este material. También se caracteriza por ser un polímero hidrófobo, es decir, repele el agua y no absorbe humedad, lo que le confiere estabilidad incluso en ambientes húmedos o bajo condiciones meteorológicas adversas.
En cuanto a su comportamiento térmico, el polietileno tiene un punto de fusión relativamente bajo en comparación con otros plásticos de ingeniería, lo que permite un fácil procesado mediante técnicas como extrusión, inyección y soplado. Sin embargo, esta misma característica limita su uso en aplicaciones que requieren altas temperaturas.
Existen diferentes tipos de polietileno según su densidad: el polietileno de baja densidad (LDPE), flexible y ampliamente utilizado en bolsas y películas plásticas; el polietileno de alta densidad (HDPE), más rígido y resistente, empleado en envases y tuberías; y variantes más avanzadas como el LLDPE y el UHMWPE, este último con una resistencia al desgaste extremadamente alta.
Las aplicaciones del polietileno son prácticamente ilimitadas debido a su bajo coste y facilidad de transformación. En el sector del envasado, es el material más utilizado para la fabricación de bolsas, botellas, envases de alimentos, películas protectoras y envoltorios, gracias a su ligereza, resistencia y capacidad de sellado.
En la industria de la construcción, el polietileno juega un papel fundamental en la producción de tuberías, láminas impermeabilizantes, recubrimientos de cables eléctricos y aislantes que protegen frente a la humedad y la corrosión. Su resistencia química lo convierte en la opción ideal para transportar agua potable, productos químicos y combustibles.
En el sector médico, ciertas variantes de polietileno, como el de ultra alto peso molecular (UHMWPE), se emplean en prótesis ortopédicas, implantes y componentes quirúrgicos debido a su biocompatibilidad y resistencia al desgaste.
En la automoción y la industria pesada, el polietileno se utiliza en depósitos de combustible, componentes interiores, piezas moldeadas y revestimientos que requieren ligereza y resistencia. También es un material indispensable en productos de consumo cotidiano como juguetes, recipientes domésticos, utensilios de cocina y artículos de jardinería.
Además, el polietileno se ha convertido en un material clave para el reciclaje y la economía circular. Su capacidad para ser reprocesado y reutilizado en nuevas aplicaciones lo convierte en uno de los plásticos más reciclados del mundo, contribuyendo a reducir el impacto ambiental de la producción masiva de plásticos.