El wolframio, también conocido como tungsteno, es un metal de transición del grupo 6 de la tabla periódica, célebre por su excepcional dureza, alta densidad y punto de fusión extremadamente elevado, lo que lo convierte en un material estratégico en la industria moderna. Su descubrimiento está profundamente ligado a las regiones nórdicas, particularmente a Suecia, donde se encuentra en minerales como la scheelita (CaWO₄) y la wolframita ((Fe,Mn)WO₄), dos wolframatos que combinan el wolframio con calcio, hierro o manganeso en forma de óxidos complejos. Históricamente, Suecia y la Península Escandinava han sido asociadas no solo con el wolframio, sino también con muchos lantánidos, debido a la riqueza mineralógica de la región, que ha sido un centro clave para la investigación en química y mineralogía desde el siglo XVIII.
El primer contacto científico con el wolframio tuvo lugar en 1781, cuando el renombrado químico sueco Carl Wilhelm Scheele investigó la scheelita, entonces conocida como "tungsten" (del sueco *tung sten*, que significa "piedra pesada"). Scheele logró obtener ácido wolfrámico (H₂WO₄) a partir de este mineral, pero no pudo aislar el metal en su forma pura. Poco después, su compatriota Torbern Bergman, un destacado científico de la época, realizó estudios complementarios y, junto con Scheele, planteó la hipótesis de que el ácido wolfrámico podría ser la clave para descubrir un nuevo elemento. Aunque sus esfuerzos no culminaron en el aislamiento del metal, sentaron las bases para investigaciones posteriores al identificar las propiedades químicas únicas del mineral.
El hito definitivo en el descubrimiento del wolframio ocurrió en 1783, cuando los hermanos guipuzcuanos Fausto y Juan José de Elhúyar, químicos españoles formados en la tradición científica europea, lograron reducir el ácido wolfrámico utilizando carbón vegetal, obteniendo por primera vez el metal puro. Este logro, realizado en el Seminario de Vergara y respaldado por la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, marcó un momento crucial en la historia de la química. Los hermanos Elhúyar propusieron el nombre "wolframio", derivado del término "wolfram" utilizado por Bergman, que a su vez hacía referencia al mineral wolframita, cuya etimología proviene del alemán *wolf rahm* ("espuma de lobo"), en alusión a la espuma que se formaba durante su procesamiento. Sin embargo, en los países angloparlantes y gran parte de Europa continental, el nombre "tungsteno" (del sueco *tungsten*) se popularizó debido a su asociación con la scheelita, lo que generó una dualidad en la nomenclatura que persiste hasta hoy, con "wolframio" como el término oficial reconocido por la Unión Internacional de Química Pura y Aplicada (IUPAC) y "tungsteno" ampliamente utilizado en contextos industriales y comerciales.
El descubrimiento del wolframio por los hermanos Elhúyar no solo destacó la contribución española a la química moderna, junto con otros metales como el platino y el vanadio, sino que también reflejó el espíritu científico de la Ilustración, caracterizado por la colaboración internacional y el rigor experimental. La importancia del wolframio creció exponencialmente en el siglo XX, cuando sus propiedades únicas, como su punto de fusión de 3422 °C (el más alto de todos los metales) y su densidad de 19,25 g/cm³, lo convirtieron en un material esencial para aplicaciones industriales. Desde filamentos de lámparas incandescentes hasta aleaciones de alta resistencia en herramientas de corte, turbinas y blindajes, el wolframio es un pilar de la metalurgia moderna. Su extracción, principalmente de la scheelita y la wolframita en países como China, Rusia y Bolivia, satisface la demanda global de este metal estratégico, cuya versatilidad sigue impulsando avances en sectores como la aeroespacial, la electrónica y la defensa.
Dependiendo del país, se utiliza un nombre u otro. En España, Países Bajos, Polonia y Alemania, entre otros se usa “Wolframio” (“Wolfram”). “Tungsteno” es más popular en Estados Unidos, países de América central y del Sur, Canadá, Reino Unido, Irlanda, Australia, entre otros. Irónicamente, tanto en Suecia como Noruega, Dinamarca y Finlandia el elemento se conoce como Volfram o Volframi (dependiendo de la lengua en concreto). No existe un consenso preciso que dictamine cuál de las dos debe emplearse. En circunstancias normales, cualquiera que tenga conocimientos mínimos de metalurgia sabe que éste metal tiene dos nombres.
El origen de “Tungsteno” proviene del sueco, “Tung” significa pesado, ponderoso, y “Sten”, piedra, ergo Tung + Sten se traduciría en “Piedra pesada”. Ésto hace referencia a la Scheelita, que es más densa que la enorme mayoría de minerales comunes (6 gr/cc).
“Wolfram” proviene del alemán (o del nórdico) y, -supuestamente- hace alusión a una teoría en la cual un espíritu demoníaco o algo así en forma de Lobo convertía el “buen mineral” contenedor de Estaño (Casiterita) en uno sin uso, inútil (en aquel tiempo, claro) que como sucede en el caso del Cobalto y el Níquel se encargaba de atormentar a los mineros jugándoles una broma pesada, valga la redundancia. Wolfram significaría “Baba” o “saliva” de Lobo, algo que me cuesta mucho creer, pero bueno, yo no pongo (ni me interesa poner o reescribir) las reglas.
El Wolframio es un metal de número atómico 74 perteneciente al grupo de los metales refractorios. Es bastante famoso entre estos últimos y destaca por su gran abanico de posibilidades. Se puede decir que es, dentro de los metales escasos, el más popular, con diferencia.
En estado puro es de color plateado con un tinte "estañado" muy similar al del Estaño. Muy puro y pulido es brillante, pero se opaca con facilidad con el paso del tiempo mediante la formación del Óxido superficial que lo torna más grisáceo, parecido al Hierro. Es muy duro (el segundo después del Cromo con 7.5 Mohs) y denso (casi tanto como el Oro). Tiene el punto de fusión más elevado de todos los elementos químicos (ya que el Carbono no se funde si no que sublima) y el también el más alto de ebullición, muy cercano al Renio, entre los metales (algunos sitúan al Renio como el primero).
Es extremadamente robusto, rígido, y en cuando muy puro, lo suficientemente dúctil como para formar alambres muy delgados con el, cosa imposible en otros metales parecidos a el. De precio asequible en comparación a otros metales de su naturaleza, lo podemos encontrar en múltiples aplicaciones que explotan su dureza, resistencia al calor y en menor medida, inercia química. Es indispensable en la industria armamentística y aereoespacial, y forma parte de casi todas las superaleaciones importantes de Níquel, Cobalto o Níquel – Cobalto. Elemento siderófilo (erróneamente catalogado como Litófilo por Goldschmidt), lo podemos encontrar en compañía de los metales ferrosos como subproducto de estos, o también del Manganeso y el Calcio. Es relativamente fácil de obtener, aunque el método involucra varios pasos. Como en la mayoría de metales refractorios, no es necesario obtener el metal puro para poder alearlo, si no que se agrega el óxido (purificado) de Wolframio (típicamente el trióxido, WO3 de color amarillo) al Acero fundido, donde el Oxígeno es liberado con Coque y el metal pasa a ligarse con el Hierro. El Wolframio tiene un papel preponderante en la industria siderúrgica y es en muchos sentidos uno de los metales más importantes a nivel industrial.
El Wolframio ha sido, es y será sinónimo de cualidades superlativas. Tiene el módulo de resistencia a la tracción (resistencia a la rotura por elongación) más alto de todos los elementos químicos puros, así como el mayor punto de fusión entre los metales (y todos los elementos, si consideramos que el Carbono no funde propiamente dicho, pasa de sólido a gaseoso). Posee el segundo módulo de resistencia a la compresión entre todos los elementos, sólo superado por el Osmio. La dureza del Wolframio es legendaria, aunque no tan alta como la del Cromo (8,5 vs 7,5 del Wolframio), pero al ser más difícil de fracturar que el Cromo se considera (de forma incorrecta) como el elemento más “duro”. No obstante, el Wolframio aventaja al Cromo en su papel como endurecedor en el Acero, entre otras cosas, porque el Carburo que forma (típicamente binario, de fórmula WC) es mucho mejor que los que forma el Cromo. Dichos Carburos son los más estables termodinámicamente entre todos los que existen de combinación metal – Carbono (refractorios) y por ende es el más caro y usado.
El Wolframio metálico es muy robusto y soporta bien el estrés mecánico, pero si se aplica un impacto seco lo suficientemente fuerte, el metal responde como lo haría uno típicamente frágil, resquebrajándose en lugar de abollarse, como es el caso de los metales maleables como el Cobre, Níquel y los preciosos con uso en joyería.
El Wolframio tiene el coeficiente de expansión térmica más bajo de todos los metales y elementos en general.
Es además un muy buen conductor térmico y eléctrico. En su caso tiene mérito, dado que normalmente los metales refractorios, duros, no suelen ser buenos conductores ni del calor ni de la electricidad (uno de los motivos por los cuales se eligió al Wolframio para fabricar los filamentos de las bombillas antiguas es su elevado índice de conductividad eléctrica).
Así mismo, el Wolframio es -extremadamente- resistente a la deformación por calor. Mientras que otros metales comienzan a arrugarse a partir de cierta temperatura (mucho antes siquiera de alcanzar temperaturas próximas al punto de fusión) el Wolframio permanece rígido hasta bien pasados los 2000ºC, sin dilatarse. El problema es que mucho antes de pasar de los 1000ºC siquiera, el metal comienza a oxidarse con mucha rapidez, a fin de cuentas no es un metal noble ni precioso (algo similar ocurre con el Tantalio y el Renio).
Otra característica interesante del Wolframio es que es altamente resistente al Mercurio líquido (que forma amalgamas de forma espontánea con la mayoría de metales).
El Wolframio no se puede considerar un metal base ya que no actúa como tal, la enorme mayoría de las veces se usa como aleante, nunca como base salvo raras excepciones en las que lo encontramos sinterizado, de nuevo, sin llegar a actuar como un metal propiamente dicho.
A colación de ésto es importante destacar que el Wolframio “metálico” que se suele vender, por ejemplo, en forma de tubos para conductos altamente resistentes al calor o piezas en general como las usadas como blindaje nuclear no son Wolframio estrictamente metálico de una sóla fase, si no gránulos del metal compactados a alta presión y calor que finalmente son aglomerados con el uso de un segundo metal en pequeñas dosis que actúa de cementante, éste proceso se sigue también para los Carburos, Nitruros, Boruros y Óxidos.
Solamente el Wolframio derretido mediante haz (láser) de electrones se puede considerar Wolframio realmente metálico, ya que en su caso los átomos forman largas cadenas propiamente dichas en lugar de una solución cementada, como si fuera un composite.
Naturalmente, el Wolframio 100% metálico fundido de a una pieza es muy caro y no tiene usos ya que normalmente la versión sinterizada es la que se usa para todo. El problema es que el Wolframio formado mediante sinterización no tiene las mismas propiedades que el fundido de a una sola pieza (proceso costoso ya que el punto de fusión es de más de 3000ºC y sólo se logra en pequeñas dosis mediante haz de electrones) por lo que muchos de los valores “oficiales” del Wolframio, como su dureza Vickers, Brinell, módulo de elasticidad, entre otros, podrían no ser exactos, en todo caso para bien: siempre tendrá mejores propiedades en estado de fundido que en estado sinterizado.
El Wolframio fundido se vende a coleccionistas en forma de “pepitas” obtenidas mediante el ya citado proceso de fundido mediante haz de electrones, que consigue una temperatura suficiente para derretir el metal, condensarlo y formar pequeñas pepitas con forma de “lágrimas” de forma esferoidea (como bolitas) del metal puro. Fuera de ésto, no tiene mayor relevancia usarlo de ésta forma.
Robusto, rígido, duro, el campeón de los refractorios, denso y duradero, fuerte. El Wolframio, como pasa con otros metales refractorios y el Osmio e Iridio, presenta una estructura cristalina única en la cual los átomos se encuentran tan fuertemente enlazados entre sí que forman cadenas tan estables como para permanecer inalterables hasta más de 3000ºC en una atmósfera inerte.
La resistencia a la corrosión del wolframio, también conocido como tungsteno, un metal de transición del grupo 6 de la tabla periódica, es una de sus características más complejas y, en ciertos aspectos, una limitación significativa en comparación con otros metales de transición como el cromo o el molibdeno. Aunque el wolframio es conocido por su excepcional dureza, alta densidad y punto de fusión récord de 3422 °C, su comportamiento frente a agentes corrosivos revela una naturaleza químicamente selectiva. En condiciones ambientales, el wolframio muestra una notable inercia frente a ácidos, tanto diluidos como concentrados, a temperatura ambiente, lo que lo hace resistente al ataque inmediato de ácidos comunes como el clorhídrico (HCl), el sulfúrico (H₂SO₄) y el nítrico (HNO₃). Sin embargo, esta resistencia es solo superficial, ya que con el tiempo, incluso a bajas temperaturas, estos ácidos atacan lentamente la superficie del metal, formando óxidos o compuestos solubles que comprometen su integridad. Cuando se aplica calor, la reacción se acelera significativamente, volviéndose irreversible y dando lugar a una corrosión más pronunciada, especialmente en ácidos oxidantes como el nítrico y el sulfúrico, donde el wolframio pierde su estabilidad química.
Las bases alcalinas representan un desafío aún mayor para el wolframio, particularmente en condiciones de alta temperatura. Soluciones de hidróxido de sodio (NaOH) o hidróxido de potasio (KOH) en caliente disuelven rápidamente el metal, formando wolframatos solubles como Na₂WO₄, lo que limita su uso en entornos alcalinos, como ciertos procesos químicos industriales. Además, el wolframio es uno de los pocos metales que experimenta fragilización por hidrógeno a temperaturas elevadas, un fenómeno en el que el hidrógeno atómico se difunde en la estructura cristalina del metal, reduciendo su ductilidad y comprometiendo su calidad mecánica. Esta susceptibilidad al hidrógeno es especialmente problemática durante la fabricación de wolframio metálico puro o de aleaciones, ya que puede afectar la integridad estructural de componentes destinados a aplicaciones de alta resistencia, como herramientas de corte o filamentos de lámparas incandescentes.
A pesar de estas limitaciones, el wolframio exhibe una buena resistencia a la corrosión en agua dulce y salada, lo que lo hace adecuado para ciertas aplicaciones en entornos acuáticos, como componentes en sistemas marinos o estructuras expuestas a la humedad. En ácido clorhídrico, el wolframio muestra una resistencia moderada, especialmente en concentraciones bajas y a temperatura ambiente, pero su estabilidad disminuye significativamente en presencia de ácidos oxidantes como el nítrico o el sulfúrico, donde la formación de óxidos superficiales no logra proteger el metal de manera efectiva. Estas características químicas restringen el uso del wolframio en entornos químicamente agresivos, pero su excepcional resistencia mecánica y térmica lo compensa en aplicaciones donde la corrosión no es el factor principal. Por ejemplo, el wolframio es ampliamente utilizado en aleaciones de alta resistencia para herramientas de corte, electrodos de soldadura y blindajes en la industria aeroespacial y de defensa, así como en filamentos para lámparas y tubos de rayos X, donde su estabilidad a altas temperaturas es más crítica que su resistencia a la corrosión. La producción global de wolframio, principalmente a partir de minerales como la scheelita y la wolframita en países como China, Rusia y Bolivia, continúa creciendo para satisfacer la demanda de estas aplicaciones especializadas.
Es el metal de transición del período 6 más importante y famoso sólo por detrás del Platino y por supuesto, el Oro.
El Wolframio tiene muchos usos, pero la enorme mayoría se pueden resumir en tanto tenemos en cuenta sus propiedades en estado puro y las que confiere a las aleaciones en las que es agregado.
En una aleación binaria de Hierro – Wolframio en ausencia de Carbono, el Wolframio aumentaría significativamente la rigidez y la dureza del Hierro, pero siquiera un 0,10% de Carbono ya altera por completo el resultado, ni que decir tiene contenidos de entre un 0,90 y un 1,10% de Carbono convierten la mezcla en una aleación muy dura, rígida y más resistente al calor. También es más resistente al desgaste y a la pérdida del endurecimiento que se obtiene mediante tratamiento térmico. El Wolframio es 100% soluble en Hierro a cualquier volumen y puede añadirse al Acero (de cualquier tipo, incluyendo Inoxidables) como óxido sin tener que pasar previamente por el costoso procedimiento de purificación y obtención del metal puro o de gran pureza (>99,9%).
En los Aceros, se usa el Wolframio en cantidades entre un 2 y hasta un 20%. A mayor contenido (y siempre que la cantidad de Carbono ronde el 1% en masa) más dureza y rigidez se consigue a cambio de una pérdida de ductilidad y maleabilidad. Los Aceros al alto Wolframio son tan rígidos que trabajarlos a martillo resulta virtualmente imposible, incluso para máquinas, ni que decir del brazo del mejor herrero que ya sufre con un Acero al Carbono de cerca del 1% sin tener en consideración la adición del Wolframio.
Con el Wolframio y si el Carbono está presente en un 1% (o alrededor del 1%) éste metal “roba” los átomos de Carbono al Hierro, formando Carburo de Wolframio intergranular que aumenta mucho la dureza y rigidez que logra salvar el Hierro, ya que es lo suficientemente tenaz como para lograr una aleación no-frágil que sin embargo, requiere sí o sí de tratamiento térmico para evitar la fragilización. Las combinaciones de Wolframio con el Acero se usan sólo cuando es necesaria una mezcla de dureza y resistenca al calor muy altas, ya que el Wolframio en sí mismo no es un metal barato.
Recientemente se ha ido reemplazando al Wolframio por % de Cromo, Vanadio y sobretodo, Molibdeno, que buscan abaratar el coste de la aleación final. El grupo principal de Aceros al Wolframio es el HSS (High Speed Steel), aunque su uso ha entrado en declive en favor del Carburo de Wolframio (sin Hierro/Acero) que es mucho más duro (9 vs los 7-7,5 Mohs del Acero ultra-duro HSS) y se llama “Carburo” a secas muchas veces, algo que no recomiendo ya que se puede confundir con el otro Carburo más usado, el de Silicio.
El Wolframio mejora la resistencia a la corrosión de los Aceros, pero no tanto como el Cromo y el Molibdeno. La razón es que en un gramo de Wolframio hay miles de millones de átomos menos que en un gramo de Molibdeno y mucho menos aún, de Cromo. Nunca se usa para éste propósito, se considera un efecto beneficioso adicional, pero no se usa específicamente para esto.
El papel del Wolframio en las aleaciones de Níquel (Superaleaciones) y en menor medida, aunque también notablemente, en las de Cobalto (ej: algunos grados de Stellite, Vitallium). En éste sentido, el Wolframio se usa principalmente para mejorar la estabilidad dimensional (rigidez) evitando la dilatación por expansión térmica a altas temperaturas, con o sin Carbono.
El compuesto más importante del metal es tan famoso como el Wolframio mismo. Lleva usándose desde antes de la Segunda Guerra Mundial y es la forma más “familiar” del elemento en el sentido de que normalmente el Wolframio que se compra es en realidad el Carburo, que no tiene las mismas propiedades que el metal puro, como es lógico.
Dado que ya he descrito previamente el compuesto y sus usos en el apartado de Carburos (ver sección Carbono). Se forma con facilidad; no hace falta agregar el metal puro y luego hacerlo reaccionar con Carbono, si no que se agrega directamente el Óxido (típicamente WO3) en presencia de una saturación de Carbono. Digo saturación porque los % de Carbono han de ser lo suficientemente alto, ya sea como coque o cualquier otra forma de suministro de Carbono para que el Oxígeno se desprenda por completo, formando CO2. Cuando el Oxígeno es removido, la alta afinidad del Wolframio hace que éste asborba el Carbono y forme finalmente el Carburo sin mayor inconveniente que el propio gasto de recursos necesarios para llevar a cabo la reacción, que involucra altas temperaturas = más combustible quemado.
El Carburo de Wolframio, también conocido como “Widia” por el alemán o simplemente como “Carburo” (ésto último también se aplica al Carburo de Silicio) se usa para brocas, lijas, abrasivos en general. Es un polvo de color gris “acerado” que se muele para dismunir el tamaño del grano, hasta tal punto que éstos llegan a ser solamente observables mediante microscopio. Una vez reducidos en tamaño, son cementados con un aglomerante como el Cobalto o el Níquel para formar la pieza final.
El Cobalto se usa para piezas de Widia más resistentes al calor y que presentan mayor rigidez y dureza. Los grados de Widia con Cobalto se encuentran entre los materiales más rígidos y compactos del mundo, soportando índices altos de Gigapascales mediante presión.
El Níquel se usa típicamente en mezclas más tenaces (pero menos rígidas), más resistentes a la corrosión, en compañía de combinaciones de Cromo – Molibdeno para mejorar la resistencia al ataque químico.
El carburo de Wolframio se ha convertido en una opción de moda para su uso como material en la llamada joyería alternativa, y más específicamente, en la fabricación de anillos de tipo alianza.
Mucho se ha hablado y debatido acerca de las propiedades de este material (erróneamente llamado metal o aleación). Mientras que algunos afirman que un anillo hecho con carburo de wolframio podría resistir el calor de la superficie del Sol, otros claman que es de hecho un mero composite quebradizo, fácil de pulverizar. En este apartado despejaremos de una vez por todas las dudas al respecto de este material. ¿De qué está hecho? ¿Cómo lo fabrican? ¿Es cierto que es “indestructible”? Y lo que es más importante a mi modo de ver, ¿vale realmente lo que cuesta?
Empezaré diciendo que el carburo de wolframio en sí mismo es un polvo de color grisáceo, extremadamente duro (9.5 Mohs) que se sintetiza a partir de la combinación química de los elementos wolframio y carbono a altas temperaturas.
No es un metal ni tampoco una cerámica, sino una combinación de estos dos, es decir, un cermet.
En estado puro es un polvo muy duro, quebradizo y resistente a la corrosión, funde a altas temperaturas (sobre los 2800 Cº) y se lleva usando desde antes del siglo XX como material de partida para la fabricación de herramientas de corte que explotan su principal virtud: la dureza.
No sería hasta los años 80's que se comenzaría a explorar la posibilidad de usarlo en el campo de la joyería, si bien su popularidad explotó definitivamente en la primera década de este siglo.
Pero, si es un polvo, ¿cómo le dan la forma de anillo?
Lo que usted ve cuando mira un anillo de carburo de wolframio es en realidad un composite sinterizado. No se trata en ningún caso del polvo previamente mencionado, sino de éste último conformado (aglomerado) gracias a un metal ferroso que actúa de “pegamento” entre las partículas del carburo. En la industria de la joyería suele usarse el níquel en detrimiento del cobalto ya que el primero es mucho más tenaz y resistente a la corrosión que el segundo. Realmente, un anillo de carburo de wolframio es una mezcla del polvo que le da nombre y un metal o aleación de este último que refuerzan su ductilidad (la cual es mínima en cualquier caso) y sirven de base, como ya se ha mentado.
El porqué tiene un acabado suave y sólido (libre de poros) se debe a un proceso muy elaborado y complejo en el cual la intromisión de agentes químicos como el oxígeno, nitrógeno o hidrógeno no es tolerable.
El Wolframio se usaba y se sigue usando en aplicaciones militares para la fabricación de toda suerte de artilugios, entre los que destacan la munición ultra-dura de alta densidad, típicamente reservada para proyectiles de gran calibre dado que el uso en calibres de menor tamaño no compensa la diferencia con el Plomo y el Acero endurecido. Normalmente, cuando se aumenta el diámetro del proyectil también se va abandonando el Plomo en favor del Acero. Ésto se debe, entre otras cosas, a que el Plomo es demasiado denso en estado de alta pureza (rara vez se usa puro, en su lugar se dopa con Antimonio) y blando (se dilataría siquiera antes de salir por la boca del cañón por el rozamiento). El Acero se dopa con Wolframio porque aumenta la rigidez, la dureza y la densidad (aunque no llega a ser como la del Plomo) en proyectiles de Tanques, submarinos, acorazados, et cétera y en menor medida cazadores (“cazas”) aéreos.
El segundo uso principal del Wolframio es como endurecedor en los Aceros, para blindaje, en los Panzers alemanes en primer lugar y luego aplicado a más vehículos de combate, no necesariamente de tierra. La mejora en la resistencia a los impactos por proyectiles sacrifica a su vez movilidad en el vehículo (debido al incremento de peso general). La resistencia al calor en éste ámbito no es tan relevante como en otros contextos.
Una de las cosas que pocas veces se cuentan respecto al Acero al Wolframio como cabeza de proyectiles de tanques es que el material de preferencia no era éste, si no el Uranio empobrecido, que no solamente es más denso que cualquier aleación de Wolframio, si no que a diferencia de éstas es pirofórico, se incendia al impactar. Ésto provoca que el vehículo adversario sufra una explosión acompañada de fuego que resulta más peligrosa que el proyectil no-inflamable.
Durante la Segunda Guerra Mundial tanto España (zona del noroeste, Galicia y Asturias en menor medida) y sobretodo en Portugal (las mayores reservas de Europa) delegaciones alemanas comenzaron un mercado local de breve duración (lo que duraría la guerra) en la que se ha dicho a nivel local que “venían a comprar ésto (referido a los minerales del Wolframio) a precio de Oro”, cosa no es literal, claro. Era caro, pero no tanto.
Los alemanes fueron los primeros en darse cuenta de los efectos del Wolframio en el Acero, por lo que comenzaron a comprarlo a todo aquel que tuviera minas de éste metal, indispensable para el desarrollo de la guerra. Actualmente, el Wolframio sigue usándose con fines armamentísticos (a tal punto que su metal ha subido) y se ha retirado progresivamente del mercado civil (aplicaciones no-bélicas como brocas, lijas, et cétera) a la vez que se publicaba que los Aceros al Molibdeno “eran superiores” cosa es falsa y se trata de una tapadera para ocultar el motivo real de la retirada progresiva del metal, no porque sea peligroso venderlo (ni muchísimo menos) si no porque mientras más Wolframio se ponga en manos civiles menos habrá para la industria militar. A veces es tan sencillo de entender que me duele la cabeza al leer lo que normalmente tengo que leer.
El wolframio, también conocido como tungsteno, destaca como un material excepcional para el blindaje antinuclear debido a su extraordinaria densidad de 19,25 g/cm³, una de las más altas entre los metales, comparable a la del oro y el uranio. Esta alta densidad se deriva de la estructura cristalina compacta del wolframio, donde los átomos de wolframio (W) están dispuestos en una red cúbica centrada en el cuerpo con enlaces W–W extremadamente fuertes y repetidos miles de millones de veces en apenas un gramo del metal. Esta configuración atómica crea una “red” de alta densidad nuclear que actúa como una barrera altamente efectiva contra diversas formas de radiación ionizante, incluyendo neutrones rápidos, partículas alfa (núcleos de helio con carga positiva) y, en menor medida, rayos gamma, que son fotones de alta energía. La capacidad del wolframio para atenuar estas radiaciones lo convierte en un material estratégico en aplicaciones donde la protección contra la radiación es crítica, como en reactores nucleares, instalaciones médicas de radioterapia y sistemas de blindaje en la industria aeroespacial y de defensa.
La eficacia del wolframio como blindaje antinuclear radica en su alta densidad atómica y su elevado número atómico (Z=74), que le permiten interactuar de manera eficiente con partículas cargadas y radiación de alta energía. Los neutrones rápidos, que son partículas sin carga eléctrica, son absorbidos o dispersados por los núcleos densos del wolframio, reduciendo su energía y minimizando su capacidad de penetración. Las partículas alfa, debido a su carga positiva y gran masa, son fácilmente detenidas por la densa red atómica del wolframio, que bloquea su paso en distancias muy cortas. En el caso de los rayos gamma, que requieren materiales de alta densidad y grosor para su atenuación, el wolframio ofrece una solución más compacta que materiales tradicionales como el plomo, ya que su mayor densidad permite lograr la misma protección con un menor volumen. Esto es particularmente ventajoso en aplicaciones donde el espacio y el peso son limitaciones, como en satélites, naves espaciales o contenedores de materiales radiactivos.
A diferencia de otros materiales de blindaje, como el plomo, que es más blando y menos resistente a altas temperaturas, el wolframio combina su capacidad de atenuación de radiación con una resistencia mecánica y térmica sobresaliente, gracias a su punto de fusión de 3422 °C, el más alto de todos los metales. Esta propiedad permite que el wolframio mantenga su integridad estructural en entornos extremos, como los interiores de reactores nucleares o sistemas expuestos a radiación en el espacio. Además, el wolframio es menos tóxico que el plomo, lo que lo convierte en una alternativa más segura para aplicaciones médicas, como escudos en equipos de tomografía computada o radioterapia. Sin embargo, su alta densidad y costo de producción, derivado de su extracción a partir de minerales como la scheelita (CaWO₄) y la wolframita ((Fe,Mn)WO₄) en países como China, Rusia y Bolivia, pueden limitar su uso en aplicaciones a gran escala. A pesar de estas limitaciones, la combinación única de densidad, resistencia y capacidad de blindaje del wolframio lo consolida como un material indispensable en la protección contra radiación nuclear, contribuyendo a la seguridad en sectores críticos como la energía nuclear, la medicina y la exploración espacial.
El Wolframio se usa como peso en aplicaciones de élite como reemplazo del Plomo (lastre) ya que es más denso incluso en menor volumen. Ésto es muy práctico, por ejemplo, en competiciones de deportes de motor, donde el peso se distribuye más uniformemente en espacios más reducidos de volumen. Por regla, el mismo coche no puede considerarse en igual estado de competitividad si un piloto pesa 10 kilogramos más que otro en el mismo equipo o en la parrilla en general. Ésta cantidad que puede no parecer mucho (10 kilogramos, más o menos) se vuelve muy importante en coches o mejor dicho monoplazas de élite como los de Fórmula 1 o los de IndyCar donde se añade lastre cuando la suma del peso del piloto y el vehículo no dan el mínimo.
En soldadores de gas inerte, el Wolframio en aleación con Toria (ThO2) es muy eficaz ya que presenta una resistencia al calor extrema.
En estado de alta pureza, el Wolframio se usa para fabricar transportadores como tubos o contenedores de gases corrosivos, substancias químicas corrosivas, et cétera, siempre y cuando la necesidad de un material resistente al calor sea buscada.