ORO
Nombre: Oro (del latín, “Aurum”, nombre del metal en ésta lengua)
Símbolo: Au
Grupo: 11
Período: 6
Bloque: d
Categoría: Metales de transición
Número atómico: 79
Masa atómica: 196,97 u
Electrones por capa: 2, 8, 18, 32, 18, 1
Electronegatividad: 2,54
Densidad: 19,30 gr/cc
Punto de Fusión: 1064ºC
Punto de Ebullición: 2865ºC
Conductividad Térmica: 320 W (m·K)
Conductividad Eléctrica: 4,5 × 10^7 S/m
Orden Magnético: Diamagnético
Estado Ordinario: Sólido
Estados de Oxidación: +3
Dureza Mohs: 2,5
Dureza Vickers: 216 MPa
Dureza Brinell: 2450 MPa
Isótopos más estables: Au-197 (100% - elemento monoisotópico)
Descubridor: Se conoce desde la Antigüedad
Breve historia del elemento
Resumir la historia del Oro en pocos párrafos se me antoja una tarea cuanto menos complicada, pero lo intentaré.
Se conoce el Oro desde hace, por lo menos, 4000 años antes de Cristo.
Es el metal más noble de todos, y normalmente se encuentra en estado puro, formando las famosas “pepitas” de color dorado que destacan entre cualquier otra substancia sólida por su elevada densidad y brillo áureo del cual se ha dicho posee “una arrebatadora belleza” en el sentido de que es capaz de encandilar a propios y extraños, como si fuere cosa mística, inexplicable en términos profanos o puramente científicos que efectivamente refuerzan el “halo” místico del metal, que al obtenerse con facilidad (aparece como metal puro, elemental) y por su color único entre todas los sólidos conocidos ha sido catalogado, ya en un plano más lírico/poético, como “las lágrimas del Sol”. Ésto explica, en parte, el porqué se conoce desde tiempos tan remotos, ya que ha posibilitado su trabajo con condiciones mínimas: ningún metal o elemento en general es más fácil de trabajar, incluso en frío.
Es conocido a nivel mundial desde el albor de los tiempos, y ha sido citado en virtualmente todos los documentos antiguos no sólo en lo tocante a lo estrictamente material (documentos que alaban sus propiedades desde un punto de vista técnico) si no también aquellos que ahondaban en lo “espiritual” y es que éste elemento es más que un metal perfecto en muchos aspectos, un auténtico pilar de la cultura universal. Incluso hasta nuestros días, el Oro sigue manteniendo su status de materia perfecta idealizada, la más elaborada entre todas, un regalo de los dioses, nada menos.
Ningún pueblo tiene el derecho, como sí sucede en otros casos aislados, como el Estaño, a reclamar mayor protagonismo en tanto al Oro se refiere en el sentido de que ha sido valorado de la misma forma por pueblos tan lejanos entre sí como los Mayas o los Antiguos Griegos, que lo han codiciado más o menos (dependiendo del caso) en gran medida. Ha sido responsable, también, directa o indirectamente de miles de guerras sangrientas, ya desde la época tribal e incluso recientemente, por su papel preponderante en la economía mundial, de lo cual hablaré más adelante.
Desde tiempo inmemorial el Oro ha jugado un papel mucho mayor a cualquier otra substancia sólida o no, y es sinónimo de todo lo bueno que se pueda decir de algo inerte que no está vivo ni muerto. Personalmente creo que el Oro es el único elemento capaz de entrar por el ojo hasta la “mente” o el “alma” de los hombres y mujeres por igual. Ésto lo digo porque de otra manera me resulta muy complicado entender cómo se ha matado tanto en el mero ejercicio de hacer acopio de el, siendo que en realidad no tiene ningún efecto positivo empíricamente demostrado, y al ser tan escaso tiene muy pocos usos “como metal”, a diferencia de la enorme mayoría de elementos que clasifican como tal.
No, desde luego que el Oro nunca ha sido tasado meramente por sus propiedades, que ya son increíbles de por sí, si no por su valor como joya: fue, es y será el principal uso del elemento hasta el final de los tiempos.
No son pocos los que han cualificado a éste metal como el elemento más “perfecto” o “bello” no sólo entre los metales si no entre todos los miembros de la Tabla Periódica, a tal punto que pudiera decirse de el que posee una propiedad especial no-escrita para ningún otro metal o elemento (ni siquiera el Carbono en su forma de Diamante) capaz de capturar la atención de todo el mundo y obtener de forma universal un valor desproporcionado si tenemos en cuenta que con pequeñas pepitas del metal se han llegado a pagar alimentos, medicinas, armas y herramientas, cosas útiles de verdad, puesto que el Oro no tiene usos realmente “imprescindibles” por más que se empeñen los (y las) pseudo-científicos/as en otorgarle propiedades sobrenaturales, como lo son la cura de enfermedades o el hecho de purificar el alma, entre muchas otras cosas. Es importante tener siempre en cuenta que el valor simbólico del Oro supera con creces a sus propiedades reales, las cuales son inmejorables de por sí, lo cual no hace si no reforzar la idea (vaga y abstracta, todo hay que decirlo) de que en verdad está rodeado de una suerte de magia (no tomarse ésta declaración literalmente, por favor) capaz de hechizar a cualquiera.
A raíz de ésto que se haya reflejado su papel en las historias no necesariamente reales, como suelen ser las crónicas, si no también en la ficción, que a fin y al cabo conforma por propio derecho una de las raíces más fuertes de las culturas de los pueblos, ya sea en forma de cuentos, novelas, en tratados breves, en la poesía, como análogo a todo lo que se pueda considerar hermoso en cierto modo.
El Oro es “propiedad” instrínseca de todos los grandes emperadores, reyes y príncipes; la nobleza en general, así también como de los dioses o figuras excelsas en general. Ningún material ha sido jamás valuado más que el Oro en ninguna cultura del mundo, y allá donde vayas tendrá un nombre distinto, pero se le reverenciará igual.
A propósito de ésto que el metal pase de ser considerado muchas veces como lo más perfecto y sagrado a algo estéril y de sangriento trasfondo debido a que en la búsqueda de hacer acopio de el se han desplazado cientos de miles (si no millones) de soldados a lo largo de los siglos, en todos los continentes y pueblos sin excepción. Su aspecto negativo deriva precisamente del valor que se le da; es símbolo del materialismo puro y duro en el peor de los sentidos, el abandonamiento del alma, la sensibilidad y empatía y la venta de todos los principios humildes y sencillos a cambio de algo que no deja de ser, precisamente éso, un metal (más allá de que se le otorguen propiedades pseudo-místicas). Así es el Oro, despierta interés entre todas las personas por igual, o cuanto menos es de sobra conocido incluso entre aquellos y aquellas que lo ven como un mal más que un bien de cara a la humanidad por las razones que previamente he mencionado.
En cualquier caso, no deja a nadie indiferente, y su peso cultural es mucho más elevado que el del propio metal en el sentido puramente físico, científico, elemental.
El Oro aparece en estado nativo como pepitas, que presentan gran pureza. Ésto se debe a que el metal es reacio a combinarse tanto con los chalcógenos (Oxígeno y Azufre) como con el Carbono. Tampoco suele mezclarse con otros metales de forma natural, aunque existen aleaciones de Oro – Plata, Oro – Cobre e incluso mezclas de los tres en forma de pepitas. La afinidad del Oro por éstos metales es alta, de manera que se pueda obtener en forma de trazas en gangas, es decir, como subproducto de la explotación de Cobre y Plata. También puede encontrarse en minas de Estaño, Zinc, Plomo, Níquel, entre otros, aunque es más raro. El Oro es de los pocos metales que forma Telururos, es decir, prefiere combinarse con el Telurio (un chalcógeno) que con el Azufre o el Oxígeno, que son familia de éste elemento.
Las principales reservas del mundo se encuentran en Sudáfrica y en otras partes de éste contienente, y explican la expansión británica y francesa en ésta tierra justo como lo fue en su día la española y portuguesa en Centro y Sur-América, con partes también en América del Norte, pero incluso antes de la expansión “de Ultramar” de las grandes potencias Europeas de finales de la Edad Media y principios de la Edad Moderna, ya Roma se había extendido por toda Europa occidental (tanto al norte como al sur, Britania e Iberia respectivamente) en la “caza” del metal. Las minas más grandes de Oro de Europa siguen siendo, después de más de dos mil años de explotación, las del Noroeste de España. La cantidad original de Oro en Europa se estima mucho mayor a la actual, pero al ser revisada durante siglos en busca de nuevos depósitos (la enorme mayoría agotados ya) se considera, con razón, agotado (no en vano nos referimos a Europa como “el viejo continente”).
El Oro aparece frecuentemente en depósitos fluviales (ríos, veredas) donde es arrastrado por la corriente desde las cumbres donde se condensa el nacimiento de los ríos y riveras hasta atravesar la tierra. Al ser tan denso, se hunde entre las piedras, por lo que su obtención es problemática.
Es uno de los pocos metales que podrías encontrarte caminando entre una jungla en su estado elemental. El problema, claro, es que dichas junglas, selvas, desiertos (piensa en cualquier lugar remoto o virgen) ya no lo es tanto y ha sido previamente explorado.
Es un metal muy escaso y caro.
Características principales
En más de un sentido, el Oro es llamado “el Rey de los metales” con buenos motivos que lo respaldan.
Es un metal noble, precioso (el que más de los mases), de color amarillo con un ligero toque rojizo. No es tan brillante como se suele pensar o decir, si no que tiene un lustre “agradable”, no-cristalino. Ésto sólo se aplica al Oro puro, elemental, y no a sus aleaciones más famosas. Incluso el Oro de 18k presenta una tonalidad distinta.
En estado puro es de tacto muy suave, agradable, exremadamente blando y fácil de trabajar incluso en frío (no es necesario ablandarlo más con calor).
Es el elemento más maleable y dúctil (más que el Platino, por mucho que se empeñen en cambiar roles los que de ésto poco saben) de toda la Tabla Periódica. Un gramo de Oro puede ser batido hasta formar planchas cuadradas de alrededor de 1 metro por cada lado. Es un excelente conductor tanto del calor como la electricidad (sólo superado ligeramente por la Plata y el Cobre). Es muy denso (19,30 gr/cc) y de naturaleza diamagnética (repele campos magnéticos).
Las propiedades mecánicas son excelentes desde el punto de vista de un joyero/orfebre, ya que es tan suave, blando, que se puede deformar incluso en frío. Precisamente a tenor de semejante suavidad el Oro es aleado con Cobre y Plata tradicionalmente para aumentar su rigidez, ergo estabilidad dimensional.
A diferencia de la Plata (el metal al que más se asemeja, además del Platino y el Cobre) el Oro es capaz de formar aleaciones con algunos metales de transición que normalmente no formarían soluciones propiamente metálicas con un metal de su grupo, tal es el caso del Hierro, Cobalto y Níquel, así también como el Aluminio, el Zinc e incluso el Titanio (en pequeñas dosis).
Resistencia a la corrosión
El Oro no reacciona con ningún ácido o base, salvo con el Aqua Regia, mezcla de ácido Nítrico y Clorhídrico, que lo disuelve con relativa facilidad y por cuya propiedad recibe el nombre de “Regia”. Tampoco lo hace con los Halógenos en estado elemental (como el Flúor) hasta los 500ºC aproximadamente. El metal no reacciona con el Oxígeno ni el Azufre elemental a ninguna temperatura, y por ésto más que nada, es que se le considera el metal más noble.
En condiciones en las que se pudiera generar una pila galvánica, esto es, cuando se encuentran dos metales por ejemplo, sumergidos en el mar (piensa en un barco hundido) los metales menos nobles comienzan a corroerse con mayor velocidad en favor de los más nobles, que se aprovechan de la naturaleza más reactiva de los primeros. En una situación así, nuevamente el Oro, con un potencial de electrodo que supera a cualquier otro elemento químico, se encuentra en la pirámide de la “cadena alimenticia”. Ésta es la razón por la cual si te llegaras a topar el tesoro de un barco hundido hace ya cinco siglos o más verías que todas las monedas de Cobre/Bronce y Plata estarían muy corroídas, mientras que las de Oro estarían como mucho manchadas superficialmente, bastaría un darles un repaso con un paño de tela dura para que volvieran a brillar. Lo mismo se aplica al Platino, que es menos noble que el Oro. Por cierto, si te estás preguntando en qué estado se encontraría el Hierro en dicho barco, sólo te diré que ya podrías considerarte afortunado de encontrar una pieza entera del metal.
Todo esto desde el punto de vista químico, claro, lo cual no deja de demostrar la naturaleza única del metal. Es tan noble como ningún otro: ni Platino, ni Rodio ni Iridio (y mucho menos Paladio), el Oro es el rey.
Usos principales
El uso principal del Oro es la joyería, incluso a día de hoy. No me extenderé en las explicaciones del porqué es el material de preferencia para éste propósito, basta con revisar sus propiedades: es ideal para fabricar cualquier pieza imaginable, desde las alianzas de boda relativamente fáciles de formar hasta la filigrana de origen arábigo, tan bien heredada por los orfebres y plateros andaluces que hasta el día de hoy han sido capaces de mantener tan elevado arte que en verdad habla maravillas de su técnica como artesanos.
El segundo uso del Oro está directamente relacionado con la joyería, y es el de bañado de piezas que no siendo de Oro, lo pueden aparentar al ser cubiertas con una capa de éste metal. No siempre se usa para joyas, muchas veces se usa en la industria electrónica.
El tercer uso del metal en la actualidad es precisamente éste, el de la industria electrónica. Se usa Oro en pequeñas dosis (no olvides que es muy caro) en recubrimientos de contactos ya que aunque la Plata y el Cobre son mejores conductores (y por supuesto, más baratos) el Oro se emplea en éstos casos por su inercia química. No se sulfatará ni oxidará bajo ninguna condición. Naturalmente, sólo las partes más delicadas que requieran de protección extrema serán cubiertas con éste metal precioso.
No puedo saltarme el segundo principal uso del Oro en la antigüedad: fabricación de monedas. Normalmente, cuando se piensa en un tesoro de antaño o en el caudal de un gran rey o reina, se piensa en baúles repletos de las monedas. En efecto, desde la Antigua Sumeria (la civilización más antigua de la que se tiene constancia) ya el Oro era usado para estampar monedas de forma circular (¿quién sabe si a propósito de su asociación con el Sol, que para los antiguos en lugar de ser una esfera era un disco/círculo?) y tiempo más tarde como lingotes. El Oro circuló como metal de monedas hasta hace relativamente poco tiempo si tomamos en cuenta la historia que nos precede (somos los últimos de los últimos) pero debido a la inflación de la banca, sus especuladores, las grandes bolsas (mercados de valores) entre otros factores como el crecimiento de la población han hecho que sea reemplazado por aleaciones que lo imitan, como el Latón (que, irónicamente, también se busca reemplazar cada vez más debido al coste del Cobre).
Miscelánea
El Oro no es el único, pero desde luego sí el más importante entre los metales que tienen un valor no-científico, es decir, se aprecia como materia más allá de la óptica puramente científica.
Este metal está asociado al Sol, a la divinidad (normalmente neutral, pero en cualquier caso más masculina que femenina, ya que la Plata sirve como contraste).
Es el metal asociado con todo lo noble, directa o indirectamente, un regalo de los dioses (o de un sólo Dios en las religiones monoteístas) sólo al alcance de unos pocos. Metal de reyes, conquistadores, emperadores y figuras relevantes en general. Nota que cuando digo rey también incluyo faraones, caciques, jarls, et cétera, virtualmente cualquier puesto de poder, independientemente de su localización geográfica y consecuente cultura.
El Oro se asocia con el signo de Leo (que a su vez se considera el más excelso de los 12) justo como el metal se asocia con el Sol, también ligado a Leo.
El metal en sí mismo es símbolo de propseridad, buena salud, status quo elevado, entre otras cosas.
Aunque originalmente las Olimpiadas modernas otorgaban una medalla de Plata al primer puesto y una de Bronce al segundo, el Oro fue integrado rápidamente de tal forma que la Plata pasó a segundo lugar y el Bronce (base de Cobre) al tercero. Es curioso porque, si miras la Tabla Periódica, verás que estos metales son familia entre sí y comparten muchas características.
Aparece frecuentemente en la literatura de cualquier tipo, y es sinónimo frecuentemente del cabello rubio, que se ensalza especialmente en el género femenino, ejemplo: “sus cabellos eran dorados y bellos cual hilos de Oro”. La pigmentación ligera en melanina, típica de las razas nórdicas han servido durante mucho tiempo como símbolo de belleza o mejor dicho, como “ideal de belleza”. Actualmente, ésto tiene connotaciones negativas (ya las tenía desde el final de la Segunda Guerra mundial) ya que supuestamente induce al racismo o la mera idea de que existan razas superiores a otras, cosa que poco o nada tiene que ver con el Oro en sí mismo. La palabra castellan “rubio” o “rubia” tienen un origen etimológico que podría llevar a confusiones, ya que hacen alusión al pelo rojizo más que al dorado propiamente dicho. En gallego, se usa “louro” o “loura” que deriva claramente de “ouro”, que a su vez proviene del latín “aurum”, el nombre original del metal.
El Oro es el único elemento que tiene valor por sí mismo en el sentido de que si lo comparamos con un Diamante (al fin y al cabo una modificación de Carbono) sale claramente ganando: mientras que un objeto de Oro sigue manteniendo su valor incluso si es roto brutalmente, el Diamante roto no vale ni la milésima parte de lo que podría llegar a costar en su forma original, y por supuesto es irrecuperable. El Oro se funde con facilidad y puede ser moldeado infinitas veces sin temor a perjudicar sus propiedades físicas.
Se usa Oro para reconocer el esfuerzo, mérito o desempeño de una persona o un grupo de ellas. Medallas, premios, trofeos... et cétera.
Incluso hasta nuestros días y en la industria de los videojuegos, normalmente cuando se consigue un logro se dice que “es de Oro”.
Curiosamente, los famosos discos de Platino (y últimamente de Diamante e incluso de Rodio para Paul McCartney) se entregan a aquellos que superan a los de Oro. Ésto se hace porque en su momento, llegar a vender la cantidad suficiente como para obtener un disco “de Oro” simbólico se pensaba una barrera difícil de igualar. Actualmente han tenido que buscar nuevos metales o sólidos como el Diamante para premiar a aquellos que superan ésta barrera, pero en la práctica, el Oro es superior a todos.
Una de las metas principales de los alquimistas era la transmutación de metales “viles” (no nobles) en Oro y en menor medida, la Plata. Se usaba Plomo y Cobre/Estaño respectivamente con dicho propósito. Los alquimistas nunca consiguieron su propósito, naturalmente, no es su culpa, para ellos, todas las substancias sólidas estaban hechas de lo mismo (herencia de la filosofía griega de los cuatro elementos) y podrían ser alteradas si se encontraba una fórmula especial que además necesitaba, entre otras cosas, vitriolo, Mercurio y la llamada “piedra filosofal”. Aunque fracasaron, la mayoría aportaron grandes descubrimientos a la ciencia moderna (específicamente, a la química) como por ejemplo durante la destilación de las famosas setenta cubas de orina con arena que dieron como resultado indirecto el descubrimiento del Fósforo elemental.
Irónicamente, la transmutación de Plomo a Oro fue llevada a cabo por el sueco Niels Bohr a principios del siglo XX, al remover 3 protones en isótopos de Plomo (Z=82 del Plomo -3 = Z=79 del Oro). El propio Bohr diría que si bien tuvo éxito en la meta que perseguían los antiguos alquimistas el precio de todo el proceso era mucho mayor a la cantidad de Oro que podría obtener mediante el mismo, por lo que desechó la idea.
En teoría, el isótopo Mercurio Hg-196 podría ser dopado con un protón en un ciclotrón para obtener Hg-197, que decae en Au-197 (el único isótopo de Oro), no obstante y nuevamente, el proceso es muy caro y entrega apenas una cantidad ínfima de átomos. Piensa que en la cabeza de un alfiler hay cientos de millones de átomos de Hierro.
A propósito de convertir la materia vil en la noble (Oro), son muchos los que defienden la teoría de que quizás la alquimia fue en parte más lírica que literal, en el sentido de que su búsqueda por el perfeccionamiento de la materia no era si no un proceso más espiritual que movido estrictamente por la codicia. En cierto modo, ya incluso antes de Bohr, Inglaterra y Alemania (y luego el resto de Europa en menor medida) lograron su cometido al vender cientos de toneladas de Acero a otros países vecinos y también en el “Nuevo Mundo” (Las Américas), ergo convirtiendo su Acero en “Oro” (no siempre literalmente, basta con decir dinero, que a su vez es sinónimo de Oro en muchos contextos).
Hasta Salvador Dalí, al que considero más allá de sus excentricidades un auténtico genio, hace mención al proceso alquimista y de hecho se considera a sí mismo (no sé si completamente, aunque describe el proceso) en una suerte de alquimista que transforma materia vil en materia noble, no necesariamente tomando al Oro elemental como referencia. Él se refiere a que tanto él como otros artistas era capaz de hacer obras maestras (pinturas, dibujos) a partir de materiales que por sí mismos no valen nada o como mucho, son muy baratos. Es como decir: denme un lápiz y una hoja y produciré un dibujo mediocre, pero en manos de Dalí (o cualquiera otro gran artista) será capaz de producir algo que se pueda tasar en miles de euros o dólares. En éste caso, tanto el lápiz como el papel se mantienen, la diferencia es el talento entre un servidor y el genio que era Dalí.
Ésto también me recuerda a cuando Shakespeare dice a través del personaje de Benedicto en la Obra de “Mucho ruido y pocas nueces”:
“¿No es extraordinario que unas tripas de carnero tengan la propiedad de hacer salir las almas de su envoltura corporal?”
Hace referencia a cómo la tripa trenzada de carnero (también se usaban tripas de otros animales) se usaban para fabricar las cuerdas de instrumentos musicales de los que se arrancaba tan noble sonido, de nuevo, a partir de “materia vil” la transformación “alquímica” en algo noble, bello.